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Musica Salsa

La Timba
Historia y Evolución

Por Leonardo Acostal
Introducción

El fenómeno más importante en la música popular cubana durante la década de los 90 es sin duda lo que primero se llamó "salsa cubana" y luego se convirtió en la timba. Tanto es así que podemos afirmar que se trata del primer movimiento original de nuestra música bailable desde los años 50 capaz de ganar hace la atención internacional. Pero ante todo, creemos que la timba es heredera de una larga tradición de música popular bailable, y desde esa perspectiva debemos conocerla.

Como todos los estilos bailables previos (danzón, son, mambo, chá), la timba ha sido objeto de enconada controversia y duramente criticada por círculos más o menos conservadores que dicen propugnar la "educación estética de las masas" (1). Algunas de las nuevas y más populares orquestas como N.G. La Banda, La Charanga Habanera, Paulito y su Élite o el Médico de la Salsa han sido constantemente criticadas por los medios de comunicación, pero su popularidad entre los jóvenes ha ido en ascenso. Y en agosto de 1997, el incidente que dió lugar a la suspensión por un año de La Charanga Habanera, por la acusación de vulgaridad obscena tras su participación en un festival, dió más municiones a las facciones beligerantes en esta guerra absurda.

Estas controversias de alto voltaje son comunes en la historia de los géneros bailables en Cuba. Es un fenómeno que se remonta al siglo XIX y que tiene sus raíces en los prejuicios raciales contra las expresiones culturales afro cubanas. Recordemos que el danzón y el son fueron impugnados en sus inicios por "negros", y luego, cooptados por las clases dominantes blancas de manera gradual, hasta incluso considerarlos como sellos de "cubanía" o "cubanidad" en los años veinte para combatir la influencia de músicas extranjeras como el jazz y el tango (ambas ambiente raíces africanas).

De un en franca competencia durante los años veinte, el danzón y el son fueron mezclándose paulatinamente, primero en las composiciones de José Urfé y sobre todo a fines de los treinta, cuando la charanga danzonera de Antonio Arcaño y sus arreglistas Orestes e Israel López impusieron el patrón rítmico derivado del son que más tarde sería el sello del mambo. Al mismo tiempo, el sonero Arsenio Rodríguez introducía el mismo patrón rítmico sincopado en el conjunto sonero. Pero el racismo aún prevalecía: los músicos y orquestas de blancos tenían las mejores oportunidades en los cabarés y hoteles de lujo, que excluían tanto a los músicos como al público negro. Este se refugiaba en los cabarés de segunda o tercera y en las sociedades "de color", así como en las maratónicas giras de las cervecerías La Tropical y La Polar. Y si el mambo triunfó pronto, en parte fue porque llegaba desde México, pues el propio Pérez Prado había fracasado en su primer intento de lanzarlo La Habana (2).

Entretanto, las jazz bands que habían florecido en los años 20 se convertían en big bands en los años 30. La influencia del jazz se se hizo más importante dentro de la corriente central de nuestra música, sobre todo por el trabajo de arreglistas de los Hermanos López y luego Armando Romeu, Peruchín Jústiz, Chico O'Farrill, Bebo Valdés y el Niño Rivera, entre otros. Las jazz bands cubanas se caracterizaron por que en su mayoría tocaban todos los géneros de la música bailable, y por la introducción gradual de los instrumentos de percusión cubana dentro de ese formato, preparando así el camino para la irrupción del mambo y del Afrocuban Jazz en los años 40 y 50, con Pérez Prado en México y Machito en Nueva York. Pero poco después resultó el cha cha cha el que se dió a la preferencia de los bailadores, con su mezcla de mambo y danzón.

1960s

En los años 60, marcados mundialmente por la furia roquera, surgieron en Cuba interesantes "nuevos ritmos" como la Pachanga de Eduardo Davidson, el Pa'cá de Juanito Márques, el Pilón de Pacho y Bonne y el Mozambique de Pello el Afrokán, atrayendo multitudes bailadoras a los espacios tradicionales y otros que se abrían para el baile. No obstante, ninguno de estos estilos duró lo suficiente: dos de sus creadores (Davidson y Juanito Márquez) partieron para Estados Unidos, y el Mozambique tuvo enconados detractores: los de siempre. Tiempos difíciles, áridos, esperaban a la música bailable cubana. En1968 todos los cabarés y salones de baile fueron cerrados al menos un año, y muchos jamás volvieron a abrir sus puertas, con lo cual se dislocó la escena musical durante casi dos décadas. Pero incluso en los peores momentos,1968, comenzaba a sonar algo nuevo: era la charanga de Elio Revé con su entonces casi desconocido arreglista Juan Formell, ex-bajista de Juanito Márques.

En 1969 Juan Formell organizaba los Van Van y con el percusionista Changuito (José Luis Quintana) y el ritmo songo, obtuvieron inmediatamente popularidad através de discos, radio, televisión y los pocos espacios para el baile que sobrevivían. Partiendo del formato tradicional de la charanga, el innovador Formell no cesó de experimentar: empleo guitarra eléctrica, dúo de flautas y finalmente añadió una sección de trombones, mientras la sección rítmica pasaba por cambios similares con las innovaciones de Changuito. Pero tal como en el pasado, esta y otras orquestas de los 70 tendrían problemas con algunos textos de sus números, censurados en ocasiones por funcionarios de los medios de comunicación. Otras orquestas que brillaron en esa árida década fueron Irakere, Ritmo Oriental, Karachí y la Original de Manzanillo, todas con formatos y estilos bien diferentes.

1970s

En 1973 surgió Irakere, otra de las bandas que revitalizaron la escena musical cubana, dirigida por el pianista Chucho Valdés. Irakere fue capaz de tocar con igual maestría el jazz latino, jazz rock y música bailable cubana, empleando una "línea del frente" de dos trompetas y 2 saxos que serviría de modelo a muchas de las agrupaciones surgidas en los años 80 y los 90, la "década de la timba". Contando con grandes solistas de jazz Irakere también contribuyó a la auge del songo, y amplió el ámbito de la percusión al incorporar los tambores batá y los güiros chekeré, antes presentes sólo en ceremonias religiosas, en algunos shows de cabarés o en el contexto sinfónico de la vanguardia afro-cubanista. Fue gracias al trabajo de Óscar Valdés hijo que entraron a formar parte de la corriente central de nuestra música bailable.

Van Van e Irakere - sin desconocer a las otras agrupaciones citadas- se mantuvieron al frente de nuestra música bailable por dos décadas, ganando al mismo tiempo reconocimiento internacional, tan importante en cualquier país y mucho más en Cuba, donde casi nadie ha sido "profeta". Esto ocurrió además en los momentos en que la salsa de Nueva York y el Caribe alcanzaba su máximo esplendor y éxito, para desazón de los veteranos músicos cubanos de los "fabulosos años 50" y de los medios burocráticos musicales (o anti musicales) de la Isla (3). Pero si su reacción contra la salsa fue extremista y negativa, los más jóvenes músicos cubanos reaccionaron positivamente e intercambiaban ideas y experiencias con los salseros caribeños o "nuyoricans" durante sus giras por Europa y América latina.

1980s

Varias nuevas orquestas capitán la atención del público en los 80, principalmente Son 14, dirigida por Adalberto Álvarez, que produjo varios hits nacionales y complació a todos los gustos al combinar al son tradicional con arreglos y conceptos más contemporáneos. Esta última línea la siguió su director con su próxima agrupación a la Adalberto y su Son. En resumen, podría afirmarse que tres orquestas con formatos, sonoridades y conceptos diferentes, Van Van, Irakere y Son 14 crearon las bases para lo que sería en los 90 un nuevo boom nacional e internacional de música bailable. No es menos cierto que dos factores extra musicales han facilitado este fenómeno: el apoyo inicial de los medios a un movimiento que veían como un "contrataque" a la salsa de "afuera", y también a la necesidad del país de obtener divisas convertibles, canalizada a través de una industria turística en expansión, lo cual se tradujo en nuevos espacios para la música y el baile, la reapertura de algunos salones, las giras al exterior y las grabaciones con disqueras extranjeras, nacionales o mixtas.

La Nueva Timba

La nueva timba se inició propiamente cuando José Luis Cortés (El Tosco), luego de tocar con Van Van y con Irakere - flauta y saxo - formó su propia agrupación, a la que concurrieron otros integrantes de Irakere: N.G. La Banda, que manifestó su primacía con el orden: "La Banda que manda". Fieros pasajes de los metales, arreglos elaborados imprecisos del propio Cortés (tanto en su primera etapa como después), patrones rítmicos derivados de la rumba y la música yoruba de la santería (las dos fuentes afro-cubanas más discriminadas), más unos textos "rastreados" en un contexto de "llamado y respuesta" (solista y coro) son algunos de los rasgos principales de la banda y, en términos generales, de toda la timba.

Además de NG, la agrupación más "caliente" del movimiento timbero es quizás La Charanga Habanera dirigida por el versátil David Calzado, que ya no es propiamente una charanga. También está Manolín, el autonombrado y polémico Médico de la Salsa, así como Paulito Fernández (y su Elite), joven cantante muy popular entre las muchachas a quien algunos consideran como una especie de Elvis de la timba. Su principal contrincante sería Isaac Delgado, ex cantante de NG, con una banda y estilo más relajado que se acerca a la salsa romántica y erótica de Nueva York y el Caribe. Pero hay muchas otras bandas que arrastran al público, y ahí están Dan Den, Pachito Alonso y sus Kini Kini, Yumurí y sus Hermanos, Manolito y su Trabuco, Bamboleo y... elija usted. Y ahí está Adalberto, y siempre los Van Van.

Estas bandas de los años 90 comparten sonidos tersos de metales, una front line de cuatro o cinco alientos (trompetas, saxofón, trombones) conformada según el modelo de Irakere, y un virtuosismo de metrónomo en toda la secciones, que incluye algunos excelentes solistas de jazz latino. Además hay desconcertantes cambios de ritmo y tempo que hubieran sido una ordalía para los bailadores tradicionales. Tanto la música como la forma de bailar poseen una espontánea, o deliberada agresividad, pero lo que realmente molesta a los "espíritus apolillados" (como diría García Caturla) es la jerga de la calle, manifestación del carácter a la vez festivo e irreverente de toda cultura popular. Las letras timberas son calificadas de "vulgares, violentas, machistas, chabacanas", en esa letanía de epítetos que se repite contra lo afro-cubano desde los "tiempos de España" con celo inquisitorial (4).

Acaso pudiéramos comparar la timba con el gangsta rap de los ghettos norteamericanos, cada cual en su contexto, desde luego. Porque lo que más parece molestar a los detractores de aquí son las alusiones a las "jineteras" y el "jineterismo". Muchos parecen pensar que la prostitución es sólo un hecho social o una contravención a lo orden, y olvidan su lugar en la mitología y las religiones antiguas, en literatura, pintura y la música, así como en las culturas populares (5).En este último contexto la "jinetera" no es una prostituta, sino un símbolo de la lucha por la supervivencia y por ganarse un espacio individual propio. Y claro, esta lucha engendra a menudo actitudes egoístas, choques de intereses, avaricia, "guerra de sexos", envidia, y hipocresías, chismes y "broncas de solar" (y fuera del solar). Piedras de escándalo para publicistas y teóricos puritanos.

Los timberos responden a los ataques señalando que sus letras sólo dicen lo que ya escuchamos y vemos cotidianamente en los barrios populares y que en el mundo paralelo de entorno turístico. Plantean que su popularidad proviene precisamente de que la gente se identifica con lo que está sucediendo a diario en la calle. En términos generales, la verdad es que esta "salsa cubana" o timba ha hecho resurgir la efervescencia en el ámbito musical cubano tras décadas de salones de baile cerrados y que logró revitalizada repercusión en los espacios televisivos. Las jóvenes orquestas de este movimiento han hecho revivir con sus grabaciones, presentaciones en vivo y giras internacionales, lo que una vez más fue uno de los negocios más fructíferos de la Isla: el de la música popular. El único peligro que vemos siempre acechante es el de la repetición, que a su vez trae estancamiento, lo cual sólo puede evitarse con creatividad, innovación constante y la negativa a conformarse con la fórmulas establecidas por otros. Pero en líneas generales, si hay algo que pueda revitalizar (ya lo está haciendo) la debilitada escena internacional de la salsa y la música latina y caribeña, la palabra clave no es otra que timba.

Notas:
(1)- Esta fue casi una consigna de los medios de comunicación en los años 70 y 80, y los que aún la sostienen son hoy partidarios de una "nueva trova" que ellos mismos combatieron cuando ese movimiento se iniciaba.
(2).- Pérez Prado logró hacer en la Habana un disco sencillo que apenas llegó a la distribuirse, y por la misma época fracasaron los nuevos ritmos Batanga de Bebo Valdéz y Cubicop del Niño Rivera
(3).- El término para definir la década lo tomamos en el ya clásico libro de Cristóbal Díaz Ayala: Música cubana del Areíto a la Nueva Trova, San Juán, 1981.
(4).- No incluimos aquí opiniones como las Helio Orovio y otros que han criticado la mala calidad de algunas letras, pues independientemente de lo a arriba señalado, sin duda existe bien con mal hechas.
(5).- Para un ejemplo cercano , el escritor uruguayo Eduardo Galeano se ha referido a la inclusión de una famosa prostituta brasileña en el panteón religioso de Río de Janeiro. John Kiske ha hecho una interpretación del culto a la superestrella Madonna como expresión de el "poder femenino" en su libro "Reading the popular", Londres, 1990.

Tomado de Revista "Salsa Cubana"

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